La primera vez que aparece como asignatura la Higiene Escolar en el curriculum en las escuelas primarias fue con la denominada Fisiología e Higiene, en el Real Decreto de 26 de octubre de 1901. No obstante, las primeras normas sobre higiene escolar fueron introducidas por Montesino en el Reglamento de Escuelas de 26 de noviembre de 1838. La Ley de Instrucción Pública de 1857 aporta nuevas orientaciones. En el artículo 5º, apartado 3º, sección primera, referente a los estudios de primera enseñanza, se hace alusión a “ligeras nociones de higiene doméstica”. En esta misma ley, la “Higiene”, junto con “Labores” y “Economía Doméstica”, se incorporaron al plan de estudios de la enseñanza primaria superior de las niñas y de las Escuelas Normales de Maestras. Todo este conjunto de medidas y recomendaciones de carácter higiénico, incorporaron en la escuela nuevos criterios sobre el aire, la luz y espacios para el juego o los ejercicios físicos.

Para la educación primaria (6-12 años), el mencionado R.D. de 1901 había introducido oficialmente en la escuela los ejercicios corporales, sin previsión de su impartición por cursos o grados ni asignación horaria, lo que era habitual en la época en otras asignaturas. Al no existir tampoco una formación adecuada y mínima de maestros preparados, la impartición de estos ejercicios dependía del interés de cada profesional. Encontramos también recomendaciones normativas para programar paseos y excursiones, que en la época tenían consideración de actividad física destacada. Muy pronto la higiene escolar se centra en los efectos positivos de los métodos gimnásticos para conseguir sus propósitos. Ricardo Rubio (1910), para fomentar la higiene escolar, creía urgente la introducción de los ejercicios corporales y los juegos organizados. La educación física y su aplicación obtiene de nuevo dos consideraciones en su obra: como medio y como fin. Como fin, sería objeto del deporte, de la gimnasia y de ciertos tipos de actividad física. Como medio, como la considere la Higiene y, desde esta valoración, ofertaría sus aportaciones a fin de conseguir diferentes objetivos según cuál fuera el matiz que cada sector higienista propuso: prevenir enfermedades, mantener y recobrar la salud, regenerar la especie, prolongar la vida, difundir hábitos de vida saludables y favorecer los procesos de desarrollo físico del niño. Desde la divulgación de consejos higiénicos en las escuelas, aparecen textos como Cartilla Higiénico Sanitaria para las Escuelas (1924), de la profesora normalista vinculada a la ILE, María Luisa Navarro Margati.

Tras la celebración del ya mencionado Congreso de Higiene Escolar (Barcelona, 1912), dos hechos contribuyeron a la consolidación institucional de la higiene escolar: profesionalmente, se inscribía al Servicio de Inspección Médico-Escolar, y al mismo tiempo se configuraba como parte del curriculum en la formación del profesorado, lo que provocó tensiones posteriores entre ambos campos disciplinarios. La higiene escolar se mantuvo en los planes de estudios (1919, 1921, 1931) de la Escuela Superior, aunque en el último año vinculado a la Antropología Pedagógica. Precisamente, en el Libro Guía del maestro (1936), el doctor Hoyos Sainz publica “Higiene Escolar y Antropometría Pedagógica”, en el que se muestra la complementariedad de varios contenidos sobre la infancia: morfología y fisiología del alumnado, desarrollo psicológico, además de propuestas de intervención en el medio escolar, como la realización de fichas antropométricas, las colonias, cantinas, comedores, etc.

Por otra parte, la canalización del higienismo desde los movimientos filantrópicos, sector reformista burgués en el que convergen la defensa de la salud, de la infancia y de la escuela, generó una retórica higiénico-social de tendencia civilizadora y progresista a la que concurrirían médicos, pedagogos, científicos y políticos, reforzando la normativa de las prescripciones higiénicas.

Fuente: Almeida Aguiar, A. (2022). Higiene Escolar en España, 1900-1936; en Otero, Luis y De Miguel, Santiago. La educación en España. El salto adelante, 1900-1936. Madrid: Catarata, 2022, pp.102-114.

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